Había una vez....

Había una vez un montón de restos de lana que acabaron convertidos en un arco iris de ganchillo, que un día apareció misteriosamente sobre el banco de una plaza del barrio de  Gràcia.


Una mañana soleada de sábado el arco iris de ganchillo se fijó en un arbolito triste y solitario que custodiaba la entrada de una tienda mágica, llena de juguetes, sueños e ilusiones llamada Bateaulune.


El arco iris de ganchillo  pensó que sería una buena idea vivir abrazado a su tronquito. De esa manera, el árbol no pasaría frío cuando llegase el invierno y el arco iris podría exhibir todos sus colores y alegría cromática ante los niños y mayores que cada día paseaban por la plaza y por delante de la tienda.


Un par de hadas buenas sellaron con aguja e hilo la eterna unión entre el arco iris de ganchillo y el árbol solitario.




Y...a partir de ese momento, los colores de Bateaulune se fundieron con los del arco iris de ganchillo y, por unos instantes, tiñeron la plaza de azules, verdes, rojos, naranjas...El efecto fue tal que hasta algún niño creyó haber visto una especie de aurora boreal en el cielo de Barcelona...





Y al final, gracias al arco iris de ganchillo, el arbolito sintió, después de tantos años, algo que pensó debía ser lo más parecido a la felicidad y consiguió, por fin, que su estirado compañero Pinocchio le dirigiera la palabra...


Y...colorín, colorado, este crochecuento se ha acabado.

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